El comercio

Los Cazafantasmas de Arriba Perú

La lucha contra el COVID-19 en uno de los barrios más pobres de Lima.

Fotos: Anthony Niño de Guzmán

“Arriba Perú” no solo es un grito popular cuando juega la selección. También es el nombre de uno de los asentamientos humanos de San Juan de Lurigancho, el distrito más poblado de Lima y la zona donde se reportan más enfermos por COVID-19 en toda la ciudad.

Los habitantes de este extremo de la capital sobreviven a los estragos de una cuarentena de 107 días, en medio de la pobreza. La vida de todos ha cambiado. Y también la vida de 10 amigos que crecieron juntos y que han reemplazado el fútbol de los domingos por jornadas de limpieza.

“Empecé esto porque mi hermana tiene asma y sabía que ninguna autoridad iba a venir aquí para limpiar nuestras calles. Mi familia estaba asustada, pero esta era una forma de ayudar y también de traer algo de comida a casa”, cuenta Héctor Calsina, comerciante de 34 años.

Él invirtió sus modestos ahorros en una máquina y una docena de equipos de protección. Los amigos, con quienes jugaba a la pelota los domingos, se unieron a él en esta arriesgada misión. Pronto los vecinos los empezaron a llamar ‘Los Cazafantasmas’.

Todo comenzó tocando puertas, repartiendo volantes, informando boca a boca sobre el uso de mascarillas y luego, limpiando veredas. Se le sumaron Javier Carpio (dirigente), Alex Vilca (electricista), José Luis Mogollón (cocinero), Abisai Padilla (comerciante), Edwin Yataco (chofer), Jeremy Vilca (estudiante), Jhunior A. Calcina (mil oficios), Yolvi Cruz (mototaxista y padre de cuatro niños) y Rocky Oré (un ex militar que intentó ingresar a la reserva para patrullar las calles).

Entre máquinas, mangueras, trajes, mascarillas y guantes, y luego de elevar oraciones al cielo, todos los días suben a la camioneta de un vecino para desinfectar las calles de Arriba Perú.

A las 5 de la tarde, el grupo está listo para comenzar la limpieza. Su misión cambia cada día. Pueden desinfectar un mercadillo local donde se han reportado casos positivos o ayudar en la limpieza de alguna casa de donde haya sido recogido un cadáver. “Hay miedo a contagiarnos. A veces hemos querido tirar la toalla. Pero nos damos ánimo”, dice Jeremi. A veces el temor no proviene de la enfermedad, sino del peligro. “No sabes quién te va a abrir la puerta. Un día un hombre nos amenazó con un arma. Un vecino tuvo que calmarlo”.

Felizmente, más son los aplausos a su paso en los ocho barrios que forman Arriba Perú. A las diez de la noche se dan una pausa. Hay gaseosa para refrescar la garganta y un par de bizcochos para engañar al estómago.

Justo antes del atardecer, Jhunior se encuentra en "El Misti", una colina en Arriba Perú. Está frente a la casa donde hace unos días los cazafantasmas hicieron una donación a una madre soltera con dos hijos.

Jhunior y su tío Héctor son parte de Los Cazafantasmas. Posan para un retrato familiar junto con sus sobrinos Nayeli (10), Sebastián (16) y Brenda (24), la prometida de Jhunior.

Los Cazafantasmas se colocan sus equipos de protección para empezar la jornada, acompañados de su fiel mascota Firulais. “El traje es sofocante y el blanqueador hace que te pique mucho la nariz y no puedes tocarla”, dice uno de ellos.

Una oración a Dios antes de comenzar la jornada. “Todos nos encomendamos al Señor antes y después de salir para que nos vaya bien, para que el de arriba nos proporcione salud, sabiduría y que podamos llegar a los corazones de la gente”, dice Rocky.

Vecinos como José y su familia, salen de sus casas con miradas de asombro ante los trajes de Los Cazafantasmas.

Jeremi, uno de los más jóvenes del grupo, desinfecta una casa prefabricada en la cima de Arriba Perú, donde la pobreza es abrumadora y el hambre no se llevó bien con la cuarentena.

Yolvi, mototaxista de 40 años, lleva tatuado en el brazo el nombre de su esposa y sus tres hijas. Ahora se gana la vida también desinfectando las calles de su barrio.

Yolvi ayuda a su hija Yaritza a relizar las tareas del colegio que son enviadas a través del celular.

La unión hace la fuerza. Los Cazafantasmas unen las manos para enfrentar al COVID- 19 que está matando a sus vecinos. “Me emociona pensar que todos juntos podemos vencer la pandemia. Debemos permanecer unidos para hacerlo ”, dice Yolvi.

A las 5 de la tarde, el grupo está listo para comenzar la limpieza. Jhunior sostiene un balde mientras los vecinos los reciben con aplausos.

Cuando jugaban fulbito juntos, se hacían llamar Los Conscientes. Ahora posan para la foto en una canchita de barrio, con sus mascarillas de protección.

Los Conscientes. Misma cancha. Distinto uniforme.

Debido al COVID-19, las barberías y salones de belleza estuvieron cerrados. José Jr. Le corta el pelo a su padre en el segundo piso de su casa.

Toño y Luchito, acompañados por el fiel Bairon posan para la foto con sus mascarillas.

Una mujer trae lejía y agua para que Los Cazafantasmas puedan desinfectar su hogar.

José y otros cazafantasmas regresan al campo donde solían jugar fútbol antes de la pandemia.

De casa en casa y lejía en mano, limpian todo a su paso mientras por los parlantes del vehículo que los transporta suena la canción Ghostbusters, de la famosa película de los 80. ¿La recompensa? La satisfacción de la gente, la sonrisa sincera de aquellas personas que por la edad no pueden ni maniobrar una escoba y la voluntad de quienes les retribuyen con algunas monedas.

Una vecina agradece la labor social del grupo brindándoles un vaso de gaseosa helada para aliviar la sed.

José lleva una bolsa con víveres de primera necesidad para dos ancianos a los que no les llegó el bono. Ellos viven solos en una casa de madera.

Hace dos semanas, la esposa de José Mogollón dio a luz a su tercer hijo. El bebe nació con labio leporino. Debido a la cuarentena no ha sido posible operarlo. En una pausa de la limpieza, José responde a la llamada de su esposa. Está preocupada por la dificultad para respirar del pequeño. José solo espera que esta pandemia termine pronto y que su hijo pueda obtener ayuda.

A José (también conocido como Chabón) le encanta cocinar. Aprendió a temprana edad de su madrastra. Antes de la pandemia, él siempre estaba a cargo de la comida cuando los amigos se reunían. Su especialidad: el chancho al palo.

Panorámica del barrio de Arriba Perú de noche.

‘Cachanga’, uno de los Cazafantasmas, está exhausto después de un largo día desinfectando las calles. "El traje de protección es sofocante y el blanqueador hace que te pique mucho la nariz. Pero al final te queda la satisfacción de ayudar”.