“Primum non nocere”. La expresión en latín –“lo primero es no hacer daño”, en español– no es parte del juramento hipocrático que debiera regir la práctica médica, pero se promete y enseña con igual ahínco entre quienes escogen dedicarse a la Medicina. No todos la honran.
En setiembre del 2020, Angelly Granados, médico general y auditora, recibió la llamada de un conocido. Tenía tos y, al sospechar que podría tratarse de coronavirus, había solicitado atención médica a domicilio de Sanna, red de salud del grupo Credicorp, compatible con su EPS. En casa, le realizaron una prueba de hisopado y, sin esperar los resultados, el médico le dio una receta “por prevención”. La tos persistente era el único síntoma, pero la prescripción tenía siete fármacos. Dos de ellos –levofloxacino y dexametasona– no solo están contraindicados para pacientes leves de coronavirus (aquellos con saturación adecuada), sino que pueden generar severos efectos adversos en quien los consume.
La doctora recomendó a su conocido no consumir los medicamentos. Finalmente, el hisopado dio negativo a COVID-19.
La médico general Angelly Granados recibió la receta de un conocido que pidió su opinión. Decidió suspenderla.Hugo Pinedo es otra de las personas que acudió a la doctora Granados para una segunda opinión. Le consultó sobre dos recetas prescritas a su madre, de 60 años, en el centro médico Solidario de Comas -ubicado en la avenida Túpac Amaru-, a donde acudió luego de que su saturación comenzara a bajar tras una semana de ser diagnosticada con COVID-19. Cuando cotizó los 14 fármacos recetados, estos sumaban más de S/1000.
A Pinedo le causó extrañeza la cantidad de medicamentos prescritos, por lo que se contactó con Granados. “Me dio mala espina”, asegura. La doctora suspendió parte de los medicamentos.
“Uno confía en el médico porque es la persona indicada. ¿A quién más le vas a creer que al médico? Te llevas una sorpresa muy grande”, dice Pinedo.
Estos son tan solo dos de los aproximadamente diez casos similares de los que Granados ha sido testigo en los últimos meses. En estos, principalmente, se recetan medicamentos que no solo no son útiles para tratar el coronavirus en pacientes leves, sino que pueden comprometer seriamente su salud, convirtiendo casos inofensivos en hospitalizaciones. En el argot médico les llaman los ‘cocteles del terror’. Se trata, principalmente, de antibióticos, corticoides y anticoagulantes, que son prescritos en tabletas o inyectables.
Thalia Guiulfo, médico de las brigadas de respuesta rápida de la Dirección de Redes Integradas (Diris) Lima Este, viene teniendo experiencias similares. Según relató a El Comercio, a su centro de salud, por lo menos un tercio de personas llegan luego de haber acudido a policlínicos, boticas o de haber recibido atención médica particular a domicilio. “Llegan pacientes que tienen cuadros leves de COVID y han sido atendidos como si fueran pacientes moderados o, incluso, graves, con recetas de medicamentos que jamás se darían a un paciente leve de COVID y que no tienen justificación alguna”, señala.
En abril, la Diris Lima Este emitió un comunicado en redes sociales advirtiendo, precisamente, sobre los peligros de la automedicación con corticoides y antibióticos en personas con coronavirus.
Un caso visto por la doctora Guiulfo es el de una mujer menor de 40 años y sin factores de riesgo frente al COVID quien acudió a fines de marzo al centro médico integral “Medi Sbelt”, ubicado en Huaycán, Ate. A pesar de solo haber presentado síntomas leves –como dolor muscular y de espalda, y malestar general– le recetaron un coctel que contenía 11 fármacos, entre ellos antibióticos y corticoides endovenosos, anticoagulantes, antiinflamatorios, suero vitamínico y vitamina C endovenosa. En total, la persona gastó S/2372 en los medicamentos y los procedimientos realizados, según las boletas de venta a las que tuvo acceso El Comercio.
“Por si fuera poco, la paciente indicó que su saturación nunca bajó de 98%, lo cual significa que nunca requirió, ni de cerca, estos medicamentos”, afirma. Este porcentaje de saturación aparece, incluso, escrito en las boletas de pago del centro médico que recibió la paciente luego de atenderse.
El centro médico Medi Sbelt está ubicado en Huaycán, Ate.El problema es frecuente. En agosto del año pasado, un estudio de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) encontró que más del 80% de un total de 106 pacientes internados por coronavirus en el Hospital Cayetano Heredia usaron fármacos –prescritos o automedicados- antes de ser hospitalizados. Los más utilizados fueron los antibióticos (85,8%), seguidos por la ivermectina (66,9%) y los corticoides (54,7%).
Y es que, desde que, en marzo del 2020, el entonces presidente Martín Vizcarra anunciara la confirmación del primer caso de coronavirus en el país, en el Perú ha primado la falta de información clara y suficiente sobre el manejo de la enfermedad. El COVID-19 ha sido, también, una pandemia de desinformación. Y la desinformación, coinciden los médicos consultados para este informe, también mata.
Fiorella Krapp, médico infectóloga del Instituto de Medicina Tropical Alexander von Humboldt y profesora en la facultad de Medicina de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, confirmó también la creciente tendencia a la sobremedicación y prescripciones injustificadas.
“Lamentablemente, es muy, muy frecuente, sobre todo en los últimos meses, recibir recetas de personas conocidas, amigos, que tienen diez, quince medicamentos que incluyen de todo: antibióticos, corticoides, anticoagulantes. Y son personas que están con síntomas mínimos o con un poco de tos. Es realmente terrible. Es un coctel de terror”, relata.
La especialista considera que, en este contexto, es importante que, tanto el Minsiterio de Salud (Minsa) como el Colegio Médico del Perú “se pronuncien repetidamente contra esto”.
Al momento de redactar este informe, este Diario cuenta con, al menos, una docena de recetas médicas de las fuentes más diversas: policlínicos, clínicas, médicos a domicilio, atenciones particulares. Todas ellas –que han sido proporcionadas por trabajadores de salud y/o pacientes– tienen en común la prescripción de los fármacos no indicados para casos leves o moderados de coronavirus.
Además, los pacientes no solo exponen su salud al recibir medicamentos que no están indicados, sino también su economía. En algunos casos, cuenta la Dra. Guiulfo, personas en situación de pobreza gastan hasta S/ 800 diarios en estos tratamientos. “Una paciente que se atendió de manera particular tuvo que vender la mototaxi de su familia, herramienta de trabajo, para pagar los inyectables que le recetaron de manera injustificada”,relató.
A pesar de la frecuencia de su prescripción en casos de COVID, lo cierto es que los antibióticos no tienen ninguna utilidad en el tratamiento del coronavirus. Esto por el sencillo motivo de que se trata de fármacos que sirven para combatir infecciones producidas por bacterias, no por virus.
“Mientras estés en tu casa, en lo absoluto necesitas antibióticos de ningún tipo. Ni en pastillas, menos en inyectables. El COVID es un virus, y los antibióticos no tienen absolutamente nada que hacer con un virus”, asegura Krapp.
La contraindicación no es ningún secreto. La misma guía del Minsa para el manejo ambulatorio de pacientes COVID, recogida en la resolución ministerial 947-2020/MINSA, señala textualmente que, “en el manejo ambulatorio de los casos leves de COVID-19, no está indicado el uso de antibióticos de manera rutinaria”.
“Lo único que genera (el uso de antibióticos en pacientes de coronavirus) es efectos adversos”, asegura Fernando Mejía, infectólogo de la UPCH. El especialista pone de ejemplo la azitromicina, frecuentemente recetada en casos de coronavirus, y explica que en personas mayores puede producir arritmia e, incluso, muerte súbita.
Pero además de los más comunes, como la azitromicina, los médicos vienen siendo testigos de prescripciones de antibióticos de amplio espectro, como el meropenem y la vancomicina.
Es el caso de un paciente cuyas recetas del centro médico Solidario de Comas recibió la doctora Angelly Granados para una segunda opinión, en una teleconsulta en marzo pasado. En un lapso de seis días, al paciente –diagnosticado con neumonía y que ya estaba utilizando oxígeno medicinal en casa– se le habían prescrito 15 fármacos, entre ellos los antibióticos meropenem, vancomicina, ceftriaxona y levofloxacino, algunos de ellos en inyectables.
En el centro médico Solidario de Comas se le recetó al paciente vancomicina y meropenem, antibióticos de alto espectro que no sirven para tratar el COVID-19.Mejía es enfático en el peligro de la prescripción de antibióticos como el meropenem y la vancomicina. “Es terrible. Son antibióticos que se usan solamente en pacientes hospitalizados y críticos con infección por gérmenes multiresistentes. Eso no se debería prescribir nunca en pacientes ambulatorios, nunca”, señala.
Por si fuera poco, las recetas incluían otros fármacos cuya utilidad en el tratamiento del COVID no ha sido comprobada, como ivermectina y vitamina C endovenosa. El Comercio se comunicó telefónicamente con la farmacia del centro médico Solidario de Comas y consultó por los precios de los medicamentos prescritos al paciente en ambas recetas. En total, el tratamiento hubiera superado los S/2000.
El centro médico Solidario de Comas está ubicado en la avenida Túpac Amaru. Dentro del establecimiento hay una farmacia donde los pacientes suelen comprar los medicamentos prescritos en consulta.Ahora bien, Mejía precisa que es posible que una persona se infecte con coronavirus y, al mismo tiempo, con una bacteria, en cuyo caso sí cabría la prescripción de antibióticos, aunque señala que las probabilidades de que ello ocurra son muy bajas. Krapp explica que los antibióticos no solo pueden generar efectos adversos, como diarrea y daño al riñón, sino que colocan a las personas en una situación de menores defensas. De modo que, si el paciente necesita ser hospitalizado luego, se encuentra en una situación más vulnerable ante las bacterias que se encuentran en los centros de salud.
“Esto porque el antibiótico barre con toda la flora de nuestro cuerpo y nos manda al hospital desprotegidos. Y en el hospital, lamentablemente, ya circulan bacterias muy, muy resistentes que a los primeros que van a infectar es a los pacientes que no tienen una flora para protegerlos”, señala la infectóloga.
La prescripción irresponsable de antibióticos, sin embargo, no solamente tiene efectos a corto plazo en los pacientes. Según Mejía, el recetar estos medicamentos con tanta frecuencia está generando resistencia por parte de las bacterias, que podría convertir una infección normalmente fácil de curar en un caso fatal.
“Los médicos, al prescribir estos antibióticos, están generando resistencia de las bacterias que normalmente no son resistentes. Finalmente, cuando tengas una infección y requieras estos antibióticos, no van a funcionar, y la persona simplemente va a fallecer. La próxima pandemia, créeme, va a ser la de la resistencia antimicrobiana. Y esa va a matar muchísima gente”, sostiene.
Krapp coincide “Es de gran preocupación. Estamos viendo que en todos los hospitales el número de estas bacterias muy resistentes ha aumentado muchísimo. Lo más terrible es que estas bacterias van a comenzar a salir fuera de los hospitales. Entonces, infecciones que antes se trataban muy fácilmente, como las urinarias, podrían comenzar a ser causadas por estas ‘súper bacterias’ y esto va a traer un problema enorme”, advierte la especialista.
"La próxima pandemia, créeme, va a ser la de la resistencia antimicrobiana. Y esa va a matar muchísima gente”.
El peligro de la resistencia antimicrobiana ha sido advertido por distintas entidades internacionales. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha calificado como una de las 10 principales amenazas de salud pública a las que se enfrenta la humanidad.
Otro medicamento que viene siendo erróneamente recetado en pacientes leves de COVID son los corticoides. Según el estudio de la UPCH, estos fueron el tercer fármaco que más consumieron los pacientes antes de ser hospitalizados.
Mejía y Krapp explican que los corticoides sí pueden ser utilizados en casos de COVID, pero únicamente en pacientes que necesitan oxígeno medicinal. Los infectólogos coinciden en que este medicamento no solo no tiene utilidad alguna para el tratamiento de la enfermedad en pacientes leves, sino que puede, incluso, convertir un cuadro leve en uno más complicado. Esto debido a que el uso de corticoides durante los primeros días de la enfermedad altera la respuesta inmune de nuestro organismo y nos hace más vulnerables al virus.
“Está bien demostrado que la sobremedicación, especialmente los corticoides, empeora el cuadro leve. Si yo mantengo una saturación adecuada, mi organismo está formando defensas, cada día que pasa voy a tener mejores defensas y, por consiguiente, voy a poder controlar mejor el virus. Si yo uso corticoides en los primeros días, lo que hago es alterar esa respuesta inmune de defensa que está creando mi cuerpo y voy a empeorar”, explica Mejía.
En la misma línea, Krapp indica que al consumir corticoides durante la primera etapa de la enfermedad del COVID-19 “estamos apagando nuestro sistema de defensa desde muy temprano”.
“Básicamente le estamos dando ventaja al virus para que se reproduzca en esa etapa. Los corticoides funcionan solo en ese 20% de casos en los que el cuerpo no pudo controlar el virus y requiere oxígeno. Mientras no se necesite oxígeno, absolutamente no se deben recetar corticoides, porque lo único que puede hacer es empeorar las cosas”, precisa.
Además del consenso internacional sobre el peligro de los corticoides en estos casos. la guía del Minsa para el manejo ambulatorio de pacientes COVID señala expresamente como contraindicados para los pacientes leves de coronavirus los corticoides orales o endovenosos de cualquier tipo.
Al paciente que recibió atención a domicilio por parte de un médico de Sanna, solo con tos y sin confirmación del hisopado, también se le prescribió el corticoide dexametasona. . “Si es que el paciente solo tenía fiebre o tos y no presentaba una caída de la saturación, no requería oxígeno, ese paciente nunca debió recibir corticoides”, sostiene Krapp.
Otros corticoide observado con frecuencia en las recetas a las que tuvo acceso El Comercio es la beclometasona en inhalador.
Por último, están los anticoagulantes, también contraindicados en la guía del Minsa para pacientes leves. Fernando Mejía explica que estos pueden ser utilizados únicamente en pacientes que requieran oxígeno.
En tres de las recetas a las que tuvo acceso este Diario se encontró la prescripción del anticoagulante enoxaparina.
“En una persona leve no se usa ningún tipo de anticoagulante. Solamente están indicados en prevención en personas hospitalizadas que requieren oxígeno, o en personas que tienen un alto factor de riesgo de hacer enfermedad tromboembólica como, por ejemplo, obesos mórbidos o personas con cáncer”, asegura Mejía.
Fernando Mejía atribuye este fenómeno a la falta de difusión de las directivas sobre el tratamiento del COVID-19 en el país por parte del Ministerio de Salud. Esto, explica, ha llevado a que el personal de salud se guíe por el criterio médico individual, basado en experiencias personales y sin suficiente sustento científico. Algo que, en pandemia, puede ser altamente riesgoso.
“En pandemia no hay criterio médico. En pandemia, quien lleva la gobernanza de las decisiones, en este caso el Ministerio de Salud, debe dar las directivas y comunicarlas oportunamente. Esto hubiera disminuido la desinformación que circula y que ha llevado a los médicos a hacer cosas que pueden dañar a las personas (…) Tengo que decirlo, a mí me da mucha pena, pero gran parte de la responsabilidad de la pandemia ha sido del personal de salud”, asegura.
Para Mejía, el principal responsable del desorden ha sido el Minsa que, durante la primera parte de la pandemia, “se entercó en brindar medicamentos que, a todas luces, no servían” y dejó a criterio médico la prescripción. “Eso creó una confusión total en el cuerpo médico. Cuando ya se actualizan las recomendaciones, las guías del Ministerio, ya era demasiado tarde. Se debió transmitir de forma masiva cómo se maneja el COVID leve y decir que nadie se debe salir de ese modelo”, considera.
"Tengo que decirlo, a mí me da mucha pena, pero gran parte de la responsabilidad de la pandemia ha sido del personal de salud”.
En la misma línea, Krapp sostiene que la importancia de que “al personal de salud, en todos los niveles, y a la población se les eduque urgentemente sobre cuál es el manejo del COVID en casa”.
Los especialistas insisten que, para pacientes de casos leves de coronavirus, el tratamiento debe ser mínimo y únicamente para tratar los síntomas.
“Lo que tienes que tener es mucha tranquilidad y ciertos medicamentos para calmar el dolor y bajar la fiebre. Y, sobre todo, medir la saturación con el pulsioxímetro”, señala Mejía.
“En COVID, cuanto menor tratamiento se den al inicio, va a ir mejor. Cuanto más prescribas, vas a ir peor. Ya lo sabemos pero, lamentablemente, no se ha sabido trasladar a la población”, agrega Krapp.
Esto, lamentablemente, contradice una creencia arraigada en el país, según la cual entre mayor medicamentos se prescriban, mejor es el tratamiento.
En el Perú se acostumbra a pensar que, entre más medicinas, más aún si son inyectables, el tratamiento es mejor. “Muchas personas piensan que entre más medicinas hay, y mejor aún si son inyectables, es mejor el tratamiento médico. Pero, especialmente en pacientes de COVID, no es recomendable la polifarmacia” afirma Granados.
La tendencia a preferir los tratamientos con múltiples medicamentos e inyetables responde a una cuestión cultural, aseguran los infectólogos.
“Es una cuestión casi cultural en el país y va a requerir de educación, pero la educación tiene que comenzar urgentemente, porque se está tornando bastante peligroso en el contexto actual y a futuro. Lamentablemente vamos a ver los estragos de esto”, advierte Krapp.
El decano del Colegio Médico del Perú, Miguel Palacios, sostuvo que “la sobremedicación está empeorando el estado de salud de la población que tiene COVID leve” y coincidió con los especialistas en que “una de las grandes deficientes en la actual gestión gubernamental es la inadecuada comunicacional referente a esta enfermedad”. Este Diario pidió comunicarse con el Minsa y los centros de salud mencionados en este informe, pero no obtuvo respuesta.