El comercio

El modista que se reinventó como cocinero

Genaro Rivas cambió el atelier por la cocina y ahora lidera Almuerzos Solidarios, iniciativa que ya llevó más de mil almuerzos a policías y serenos de Barranco

Texto: Juan Diego Rodríguez Fotos: Alessandro Currarino y Giancarlo Ávila

Como la mayoría, él esperaba que la epifanía le llegara en un momento especial, quizás mirando un paisaje o, por lo menos, en circunstancias dignas de lo que, años más tarde, podría contar como aquella ocasión en la que tuvo una de las grandes revelaciones de su vida; pero sucedió mientras mordía unas tostadas con huevo. Esa mañana, mientras desayunaba con su mamá, Genaro Rivas supo al fin cuál sería su siguiente proyecto: cocinar almuerzos para las fuerzas del orden que resguardan Barranco durante la crisis del coronavirus.

Sus planes profesionales, hasta ese momento, se habían diluido. Una sensación de infecundidad y desasosiego lo empezaba a inquietar. Su vida como diseñador de moda, en propias palabras, era como una locomotora que seguía funcionando sin importar el lugar, la hora o el clima. Ese ritmo frenético le encantaba; así que cuando el coronavirus se apoderó del mundo, sintió el mareo propio de tener que frenar en seco, dejar todo de lado y verse enclaustrado en su casa de Barranco.

Los recuerdos de las luces, prendas y el glamour todavía rondaban su cabeza. A inicios de marzo, Rivas estuvo en San Francisco, Estados Unidos, en el Fashion Community Week –importante evento que congrega a diseñadores, estilistas, modelos y negociantes de todo el mundo– para el lanzamiento mundial de su colección otoño-invierno 100% PE. A su regreso, la maquinaria funcionaba al máximo: existía la posibilidad de hacer desfiles en Lima, Miami y en el mismo San Francisco; no sonaba tan alocado hacer una presentación exclusiva para la prensa; las entrevistas estaban por agendarse, y su colección de verano ya debía empezar a concretarse. Actualmente, las fechas de esos planes son inciertas.

-Momento de tomar decisiones-

El domingo en que se anunció el cierre de las fronteras peruanas, Rivas le pidió a sus papás (una enfermera y un policía de la tercera edad que vivían con gran parte de la familia en una casa tradicional) que, para proteger su salud, se mudaran con él. También coordinó con proveedores, socios y trabajadores de su estudio. Pensó, luego, qué podía hacer durante el aislamiento, aunque la mayoría de las ideas fueron quedando relegadas: sabía, muy en el fondo, que en medio de una pandemia, un modisto poco puede ayudar. Solo quedaba esperar y ver qué pasaría con el país y con el mundo.

Hasta que esa mañana bajó a desayunar con su mamá, y entre las tostadas y el café, supo que la manera en que podía colaborar y agradecer a los policías y serenos de la zona, esas personas que están trabajando por el resto, incluso arriesgando su salud, era cocinándoles el almuerzo. “En este momento, las necesidades básicas son lo más importante, no la moda ni el arte –dice Rivas–. Allí es que viene el proceso de reinvención y así es como lo estoy tratando de llevar. Si la vida te da limones, haces limonada, luego pie de limón, barras de limón, y si encuentras un poco de pescado, un cebiche. Creo que a todos nos toca hacer lo mismo”.

“En este momento, las necesidades básicas son lo más importante, no la moda ni el arte –dice Rivas–. Allí es que viene el proceso de reinvención y así es como lo estoy tratando de llevar. Si la vida te da limones, haces limonada, luego pie de limón, barras de limón, y si encuentras un poco de pescado, un cebiche. Creo que a todos nos toca hacer lo mismo”.

La cocina no era un lugar ajeno para Rivas. De hecho, él cuenta que solía organizar reuniones en las que cocinaba para sus amigos más cercanos. "Pero una cosa es cocinar para ocho personas, y otra bastante distinta es hacer un menú para setenta y cinco", agrega. Así que tomó consejos de su madre, llamó a su vecina, quien se sumó al proyecto y pidió ayuda por Instagram. Lo demás es resultado de la gestión colectiva: todos los días, Almuerzos Solidarios lleva entre 75 raciones a las fuerzas del orden de Barranco. Tallarines rojos, lasaña, tallarines con huancaína, carapulcra (lo más difícil hasta ahora, cuenta Rivas), ají de atún, lentejas, hamburguesa al horno con salsa blanca, son algunos de los platos que ha hecho junto a otras personas e instituciones que se han sumado a la iniciativa.

“Esta crisis nos enseña el valor de los médicos, de los policías, de los serenos, de las enfermeras –señala el diseñador–. Ahora que los niños y adolescentes de esta nueva generación quieren ser influencers o youtubers, uno se da cuenta cuáles son las profesiones necesarias para la comunidad”.

En este breve camino, Rivas no solo ha dominado la salsa verde que combina tan bien con los fideos, sino que ha aprendido a disfrutar de la incertidumbre, de saber que aun cuando se planifiquen los próximos meses de trabajo, nadie tiene el control total de su vida.

“Mi taller no está abierto por obvias razones. Los vestidos de novia que tenía encargados para este año se han postergado, así como las mismas bodas. Muchos proyectos que se iban a lanzar a mediados de año se han postergado para finales de año. ¿Qué queda hacer? Algo distinto y utilizar las plataformas a las que tengo acceso gracias a mi carrera como diseñador de modas, como el alcance que tengo en redes sociales, para darles un uso distinto en tiempos de crisis. Si bien no me puedo poner a hacer mascarillas, sí puedo aportar de otra manera”, concluye.