I. Contra la esclavitud
En 1839, el año en que apareció este Diario, el Perú todavía arrastraba un pesado lastre social y moral heredado del régimen colonial: la esclavitud de miles de hombres, mujeres y niños de origen africano. Un régimen sostenido por quienes creían que era necesario para garantizar el bienestar económico y la paz social. La campaña contra este flagelo se inicio a comienzos de la década de 1840, cuando se tuvo conocimiento de que acaudalados propietarios de haciendas habían solicitado autorización al Gobierno para introducir nuevos esclavos.
En 1841 El Comercio pidió a las autoridades que en nombre “del honor de América y la suerte de la humanidad” niegue el referido permiso. La lucha fue larga y duró más de una década. En los primeros meses de 1851 hubo revueltas y fugas de esclavos que pedían su libertad en Cañete y Trujillo. Estos hechos motivaron varios editoriales en los que se exhortaba al Gobierno a terminar con tan vergonzosa situación.
En julio de 1851, el presidente Rufino Echenique ordenó la manumisión de ocho esclavos de “mejor conducta”, la mayoría de ellos ancianos. El Comercio editorializó el 28 y 29 de julio al respecto y calificó el hecho “como un rayo de esperanza”, pero enfatizó que no era suficiente.
Un hecho que abonaría a la causa abolicionista sería la publicación por entregas de la novela “La cabaña del Tío Tom”, de la estadounidense Isabel Harriet Beecher-Stowe (1812-1896), que apareció en la sección Folletín entre el 21 de febrero y el 14 de mayo de 1853. La trata se volvía insostenible, y el 3 de diciembre de 1854, en medio de la guerra civil contra Echenique, el mariscal Ramón Castilla anunció en Huancayo la abolición incondicional de la esclavitud. Entonces, este Diario celebró el decreto y presionó después a Castilla para que cumpla su palabra. El 28 de julio de 1855, El Comercio anunció con júbilo que habían desaparecido en el Perú “dos crueles injusticias, dos abusos horribles”: la esclavitud y el tributo indígena.