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El Paraíso: un colegio con esperanza

Debía albergar a 50 niños y niñas de primer y segundo grado de primaria; sin embargo, la pandemia lo hizo imposible. La esperanza de volver a las aulas del colegio Sagrado Corazón de Jesús, en San Juan de Lurigancho, y el deseo de aprender siguen vivos gracias al esfuerzo de docentes, padres de familia y los mismos alumnos.

Fotos e investigación: Anthony Niño de Guzmán

Entre laderas y polvo se encuentra el Centro Poblado “El Paraíso” en el distrito de San Juan de Lurigancho, fundado en 1989 y que actualmente alberga 13 mil familias.

Entre este paisaje árido y la precariedad de las viviendas, existe un colegio llamado Sagrado Corazón de Jesús; construido con palos, maderas, calaminas y el esfuerzo de sus pobladores.

Las clases empezarían en el mes de marzo y la institución debía albergar a 50 niños de primer y segundo grado de primaria.

Sin embargo, la ilusión se desvaneció con la llegada del coronavirus y las clases remotas.

Las pinturas ya se han desgastado, los escritorios están apilados unos encima de otros y los papelotes decorativos son víctimas de polvo y olvido.

La mayoría de las familias del Paraíso están registradas en el Sistema de Focalización de Hogares (Sisfoh) por su condición de pobreza y pobreza extrema.

Situación que se ha agravado durante la pandemia por la pérdida de empleos y falta de ingresos.

Además, las clases remotas han sido un reto constante.

Los estudiantes del Sagrado Corazón de Jesús padecen dificultades constantes para acceder a internet o a datos móviles.

Pero el esfuerzo y empeño no han desaparecido y son el motor para encontrar la forma de seguir aprendiendo.

Los maestros también han sido un factor clave en el desarrollo de las clases remotas. Brígida Avilés es una maestra con 17 años de experiencia y señala que ahora siente las jornadas de trabajo mucho más largas y agotadoras.

Pero más allá de la parte técnica, el esfuerzo de Brígida ha sido esencial.

Al ver que muchos de sus alumnos no tenían conectividad a dispositivos móviles, la docente elaboró un sinfín de estrategias que se adapten a la realidad de sus niños.

“Aquí la necesidad es muy grande. Los celulares no tienen para bajar la aplicación de WhatsApp, entonces ellos vienen aquí y yo subo (el material). En muchas ocasiones el celular se malogra. Entonces, cómo se si mi alumno está aprendiendo”, explica Brígida.

El cuerpo docente está conformado en su mayoría por mujeres. En el nivel pre primaria ellas representan el 95,5%, mientras que en primaria son el 78,2%.

Antes de la pandemia las mujeres docentes ya debían enfrentar un arduo trabajo, que incluía además del trabajo en aula, labores de planificación y preparación de clases, así como trabajo a distancia, cuidado de familiares, supervisión sus hijos y trabajo doméstico no remunerado.

Estefanya Pashanaste tiene 27 años y trabaja en estimulación temprana. “Como vivimos en el cerro, se va la señal del celular y de la televisión”, cuenta la mujer, cuyo mayor deseo es que sus sobrinos y vecinos de la comunidad aprendan a leer y escribir.

Por esa razón, ella da clases a cualquiera que tenga el deseo y el compromiso de aprender.

Martha Vilchez agrega que “Aquí todas colaboramos. No tenemos un cartón, pero tenemos ganas de que nuestros niños aprendan”.

Bajo esa premisa, todos los martes y jueves, el espacio destinado a una olla común en El Paraíso se convierte en un taller de arte y creatividad gracias a Martha y su compañera Merlis Mendiola.

El año escolar 2021 ya empezó y el único deseo de los niños del Sagrado Corazón de Jesús es volver a las clases presenciales.

Sin embargo, este deseo se siente lejano, por ahora parece ser que la educación a distancia llegó para quedarse.

A pesar de las dificultades, algunos padres de familia y docentes rescatan lo bueno.

Coinciden en que esta nueva jornada de estudios ha hecho que las fmailias compartan más tiempo juntos.

La pandemia de Covid-19 sin duda plantea retos importantes para los sitemas educativos y sociales en los países de la región, los cuales deben abordarse de manera articulada.

Asimismo, deja lecciones valiosas acerca de lo que es realmente prioritario para el desarrollo comunitario.

Dicha situación nos brinda la posibilidad de replantear el propósito de la educación y su rol fundamental en el desarrollo del ser humano.

La educación debería asegurar que ningún niño o adolescente se quede atrás.

Es tiempo de que los países examinen la mejor manera de abordar las incertidumbres y reabran sus instituciones educativas en condiciones de seguridad.

Se pide una reapertura flexible, segura, voluntaria y paulatina.

Esta crisis ofrece una oportunidad.