El comercio

Historia de un contagio en una combi

La crisis sanitaria en el transporte de Lima a partir del caso de un paciente de 41 años. Hay solo 126 inspectores para más de 24 mil vehículos.

Texto: Juan Pablo León Almenara

Esta nota fue publicada originalmente el día 12 de mayo del 2020, ha sido actualizada como una manera de recordarle a nuestros lectores que, a partir del levantamiento de la cuarentena, el mayor riesgo de contraer COVID-19 está en el transporte público.

Se llama Mauricio. El lunes 23 de marzo salió de su casa a pie hacia un paradero de buses conocido como Barrio Frigorífico, un antiguo complejo de viviendas situado a espaldas de la base naval del Callao. Su labor es controlar la distribución de abarrotes en una larga relación de bodegas entre el puerto y el centro de la capital. Luego de esperar unos minutos abordó una combi de la ruta CR05, una flota compuesta por unidades que sobrepasan los 14 años de antigüedad.

La combi tenía unos nueve pasajeros a bordo, contando al conductor. Mauricio se acuerda que ese día escuchó en la radio del microbús que el Ministerio de Salud ya registraba la muerte de cinco personas por coronavirus y 395 contagios en el país. En el camino, su mente hacía cálculos de la distancia aproximada que había entre pasajeros que estaban con él. “No había ni un metro entre cada uno”, recuerda. No todos usaban mascarilla y mucho menos guantes, debido a la súbita demanda en farmacias. En situaciones normales, fuera de la emergencia, esta combi no tendría solo nueve pasajeros, sino hasta veinte, contando los parados.

Así se comportaría el Covid-19 en un vehículo tipo van o combi (cerradas), si es que alguno de los pasajeros infectados se quitara la mascarilla.

Su ruta diaria consiste en recorrer un grupo de tiendas en un radio de 10 kilómetros. Entre el lunes 23 y el viernes 27 de marzo hizo cerca de seis viajes cortos al día en combi. Uno desde su casa hasta el punto de inicio; dos viajes intermedios entre las 7 y las 11 de la mañana; otros dos últimos tramos entre las 4 y las 5 de la tarde; y un último viaje de regreso a casa, que en ocasiones realiza a pie.

Esa misma semana, pero en un laboratorio de Beijing, se revelaba que el Covid-19 puede flotar dentro de una cabina cerrada de bus por media hora y contagiar a pasajeros en un radio de hasta cuatro metros, es decir, a una decena de personas en un solo recorrido por tramo. Aunque en China muchos buses circulan con ventanas cerradas y con aire acondicionado –a diferencia del Perú–, el estudio permite entender el comportamiento del virus en un vehículo.

Así se comporta el Covid-19 en un bus (con ventanas cerradas), según un estudio en China realizado en enero.

La investigación en Beijing, publicada por South China Mornign Post, se basó en un caso de brote ocurrido el 22 de enero durante la temporada alta de viajes del Año Nuevo Lunar. Un pasajero, conocido como "A", subió a un bus de larga distancia y se sentó en la segunda fila contando desde atrás.

“El pasajero chino ya se sentía enfermo en ese momento, pero fue antes de que este país declarara el brote de coronavirus como una crisis nacional, por lo que ‘A’ no usaba una máscara, ni la mayoría de los otros pasajeros o el conductor del autobús de 48 asientos. El documento también destacó el riesgo de que el virus pueda permanecer a flote incluso después de que haya abandonado el autobús”, dice la investigación.

En Lima, Mauricio seguía tomando hasta seis combis al día para poder cumplir con su labor, considerada como actividad esencial. Él recuerda que los pasajeros que iban con él eran pequeños grupos de médicos, enfermeros, policías o comerciantes. En ocasiones viajó solo, pero algunas veces recuerda haber estado pegado hombro con hombro con otros pasajeros.

Un mes antes del contagio, la campaña periodística #NoTePases de El Comercio realizó un experimento que consistió en extraer toda la suciedad de un asiento de combi con tecnología hidráulica. El objetivo era promover la creación de un protocolo de higiene en el transporte público de Lima para que sea cumplido por las propias empresas y fiscalizado por el gobierno.

El resultado fueron ocho litros de un barro negro compuesto por grasa, polvo, ácaros y microrganismos como bacterias y virus por cada bus que se limpió. Puede leer el reportaje haciendo clic aquí, o ver directamente el resultado con sus propios ojos:

Las cifras de la Autoridad del Transporte Urbano (ATU) son importantes para entender la dimensión del trabajo de controlar el Covid-19 en los buses.

La flota regular (buses, micros, coasters y combis formales) es de 24.420 unidades: 15 mil están autorizadas por Lima y el resto por el Callao. El Metropolitano tiene unos 500 buses y la línea 1 del metro, 44 trenes. Sumando taxis y movilidades escolares, entre Lima y Callao hay un total de 131.469 vehículos de transporte público, sin contar la flota informal.

El problema radica en que la ATU solo tiene 126 inspectores para fiscalizar todos estos vehículos. Es como querer vigilar una discoteca de 200 personas con un solo supervisor. En la práctica, una tarea titánica. El déficit de personal de la ATU ocurre porque aún no se termina de concluir la entrega del Metropolitano y los corredores complementarios por parte de la Municipalidad de Lima, que tiene otros mil inspectores más.

Según la familia de Mauricio, este hombre comenzó a sentir los síntomas del Covid-19 el martes 31 de marzo, una semana después de los primeros viajes que realizó tras la declaratoria de emergencia. Considerando que los síntomas comienzan a afectar el cuerpo de 5 y 7 días después del contagio, el pasajero habría inhalado el Covid-19 entre el martes 24 y el miércoles 26 de marzo.

La semana en que Mauricio contrajo el virus, sus viajes en combi fueron los únicos momentos del día en que se sintió “en un lugar medianamente aglomerado”, recuerda. En horas no laborales estuvo aislado como ordena el gobierno.

Así se comportaría el Covid-19 en un vehículo sedán pequeño (cerrado), si es que alguno de los pasajeros infectados se quitara la mascarilla.

Si controlar una flota formal de buses es una tarea casi imposible para los únicos 126 inspectores, cuesta imaginarse lo que se necesita para vigilar la flota pirata, que por su condición de informal es difícil de detectar.

A un kilómetro del paradero inicial de Mauricio, en el Callao, comienza la ruta de una red de colectivos informales desde el puerto hasta el centro de Lima. Son vehículos que utilizan las avenidas Argentina, Oscar Benavides (Colonial) y Venezuela hasta el cruce de Nicolás de Piérola con Abancay, en el Cercado, donde dan la vuelta.

Nadie ha podido detener esta flota pirata en los últimos 10 años. Lo que sí ocurrió en enero del 2020 fue la detención de ocho policías de tránsito de Ventanilla por integrar una red que ‘limpiaba’ las papeletas de los colectiveros informales a cambio de coimas. Curiosamente, usaban como fachada ‘car wash’ en la avenida Pedro Beltrán.

En este ‘car wash’ de Ventanilla un grupo de policías se dedicaba a limpiar las papeletas de los colectiveros a cambio de coimas, según la PNP.

En Lima se calcula que existen 30 mil vehículos que realizan transporte colectivo invadiendo la ruta de los corredores complementarios. El Comercio ha advertido que este gremio tiene a un brazo político que los protege. En abril, mientras todos los peruanos estábamos en cuarentena, el Congreso de la República decidió poner en agenda el proyecto de ley para formalizar este servicio de transporte informal, que no tiene protocolos de higiene y que por años ha generado tráfico vehicular en las calles por el espacio que ocupan.

Por cada bus de los corredores pasan 12 colectivos informales en la avenida Javier Prado, según una medición realizada por la campaña #NoTePases de El Comercio en el 2018 y 2019. Esto explica por qué gran cantidad de congestión es causada por estas unidades, que operan jalando a pasajeros mientras ocupan carriles enteros de la vía.

Mauricio dio positivo al descarte virtual y físico el 3 de abril. Estuvo aislado en su casa y controlado por médicos durante 15 días. Su estado actualmente es estable, pero cree que hizo algunos viajes en bus cuando ya había contraído el virus, aún sin tener síntomas, lo que pudo haber contagiado a otras personas.

¿Qué soluciones hay para evitar un contagio en el transporte público? Las autoridades han puesto en marcha un plan multisectorial que consiste en reducir las aglomeraciones en paraderos y buses (tendrán 50% de su capacidad), pero también en hacer que los pasajeros realicen más viajes a pie o en bicicleta.

La urbanista Mariana Alegre, del observatorio ciudadano Lima Cómo Vamos, cree que adquirir un auto propio no es la solución al problema del transporte público, pues generaría mucho más tráfico vehicular en las calles. El Perú, actualmente, es el tercer país en el mundo con más congestión vehicular, según TomTom, una de las empresas de GPS más importantes del mundo. “La solución es la reforma del transporte, que consiste en ampliar la flota de buses grandes que trasladen a una cantidad razonable de personas separadas”, dice Alegre.

"Masificar el auto privado haría que vayamos de una pandemia a otra, por la contaminación que se generaría. La solución es mejorar el sistema de transporte público masivo de calidad".

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