Un hombre de polo blanco maneja un auto recogiendo a pasajeros en la avenida Arequipa. Es un colectivero independiente. Repentinamente, otro vehículo lo intercepta por la izquierda. Su copiloto saca la cabeza por la ventana y le grita: “Tienes que pertenecer a un grupo, si no, vas a volar. Ya sabes”. El chofer, al parecer, ignora la amenaza. Pocos segundos después, un grupo de sujetos rodea su auto para amenazarlo. No se supo más del conductor. Observen las imágenes, publicadas por un portal de Facebook en octubre del 2018:
Esta es una de las primeras pruebas en video de la existencia del cobro de cupos y la extorsión en el sector del transporte informal de Lima. Hasta entonces, en la capital, estos delitos estaban mayormente enquistados en construcción civil. Hoy El Comercio explica en detalle cómo opera esta organización para captar a sus choferes a través de la historia de Carlos Peña, conocido como el ‘cazador’ de colectivos informales.
Su primera intervención a un vehículo pirata ocurrió a inicios del 2018. Era una coaster que llevaba pasajeros sin autorización conducida por un sujeto sin brevete ni SOAT. Carlos Peña había estado monitoreando su recorrido durante días, pero siempre se lograba escabullir entre las estrechas calles de Miraflores. El día que logró detenerla ocurrió algo inusual. Cuando la enganchó en la parte de atrás de la grúa e inició el viaje hacia el depósito, un Toyota Yaris de color rojo con cuatro sujetos y una mujer a bordo le cerró el paso en plena calle. Los ocupantes bajaron del vehículo y les reventaron las lunas a pedradas para evitar que se llevan la coaster. Ese día, la grúa de cuatro toneladas, abollada y perforada, no se detuvo hasta llegar al desguace.
Su segunda intervención ocurrió en marzo de ese mismo año. Fue luego de que El Comercio publicara el documental La ‘bestia’ de Petit Thouars, que narra la historia de la coaster pirata más peligrosa del Perú: operaba desde 1983, debía tres millones de soles en multas y circulaba sin revisión técnica, pero a la vez era capaz de generar 300 mil soles al año llevando a pasajeros de forma ilegal. La ‘bestia’ era parte de una flota de 40 unidades que cubrían la ruta Miraflores - San Juan de Lurigancho, las 24 horas del día, compitiendo de manera desleal con el corredor azul y generando más de 10 millones de soles al año sin tributar un centavo. Diez días después de la publicación del video, Carlos Peña, jefe de Movilidad Urbana y Seguridad Vial de Miraflores, capturó a la ‘bestia’ y se lanzó con su equipo a buscar el resto de la flota.
Desde ese día, Peña se dedicó a atrapar a todas coasters piratas de un distrito, que se había convertido en su paradero inicial desde la avenida Larco hacia del centro y el norte de la capital. En menos de seis meses, llegó a internar en el depósito a más de 90 de este tipo de buses medianos. El próximo paso era atacar el transporte colectivo en vehículos sedán, que ocupan toda la avenida Arequipa.
Carlos Peña se dio cuenta de que en la avenida Arequipa ocurren dos cosas inusuales. La primera es que los colectiveros no van en coasters como en Petit Thouars, ni en minivanes como en la avenida Javier Prado, sino solamente autos tipo sedán, la mayoría de modelos similares. La segunda es que todos estos autos tenían stickers pegados en la parte de atrás. Y esos stickers se repetían y se repetían. Era evidente que no se trataba de algo decorativo, sino del patrón de una organización. Peña contó por lo menos siete dibujos distintos en cerca de 1.500 autos y empezó a rastrearlos.
Para explicar qué ocurre cuando un colectivero paga cupo y obtiene un sticker, Peña muestra aquel video grabado por sus fiscalizadores a finales del 2019, clave para entender esta situación. En las imágenes se observa un taxi pirata con miles de soles en papeletas que había detenido por inspectores. Súbitamente aparece un grupo de 20 sujetos que operan como ‘chalecos', quienes rodean el auto para proteger al chofer y evitar que se lleven el vehículo. Lo primero que hacen estos sujetos desinflar las llantas para evitar que la grúa se lleve el carro al depósito. Luego rodean el auto durante horas, si es necesario, para confundir e impedir la intervención. Este sujeto pagó un cupo a estos extorsionadores, según el funcionario municipal. ¿Qué ocurre cuando pagas? Se te asigna un sticker de acuerdo a tu zona de operaciones.
Según Carlos Peña, cada sticker es una ruta. En base a las papeletas de cada vehículo, se pudo detectar que los stickers que dice “Refuerzos” son los que usan los colectiveros que van hacia San Juan de Lurigancho. Una pegatina con una calavera es la de aquellos que ocupan la avenida Arequipa y todo el centro de Lima. La pegatina de “Revolución” integra aquellos que se dirigen hacia el Rímac y el escudo nacional hacia el Callao.
La Municipalidad de Miraflores investigó durante los últimos meses el modus operandi de estos grupos. Primero te cobran para entrar a la ruta. Si no pagas te extorsionan y te amenazan. La Policía Nacional del Perú sostiene que cada colectivero podría estar pagando entre 120 y 150 soles al mes. Si son más de 1.500 autos, esta mafia podría estar generando más de 2,5 millones de soles al año. “Pagar trae el beneficio de la protección”, según Carlos Peña. “Los colectiveros se organizan por grupos de WhatsApp. Cuando hay una intervención de inspectores se avisan entre ellos e inmediatamente van en su ayuda”, sostiene.
¿Quiénes están detrás de esta organización? Según Carlos Peña, en la turba que aparece en cada intervención a un vehículo pirata, se repiten tres rostros: el de José Enrique Velásquez Balarezo, quien tiene denuncias policiales por acoso agravado, violencia física y psicológica; Manuel Balbuela Soriano, con tres denuncias por hurto y una por conducir sin brevete; y César Sánchez Pacheco, con un récord de 25 papeletas y un vehículo con siete órdenes de captura.
“Son vehículos utilizados de manera ilegal con un servicio que tiene continuidad, generalidad, uniformidad, que tiene toda las características del transporte regular y eso genera que tenga una demanda, pero más que demanda, están desnaturalizando la demanda que debe ir al sistema masivo de transportes. El pasajero bien puede decir “quiero ir rápido y cómodo” pero no está analizando que va en un vehículo sin condiciones de seguridad, que no tiene SOAT, que estaba generando cada vez más tráfico. Atomiza el viaje, pues en el espacio que ocupa un bus entran menos vehículos con menos personas. Está atomizando el uso del espacio público y está pagando por eso”, dice Peña.