Óscar Paz Campuzano
Una a una sus cinco empresas cerraron. Primero fue el salón de diversiones, luego el restaurante, siguió la casa de apuestas, la peluquería y finalmente el gimnasio. “Cerré todos los negocios de la familia porque el dinero ya no daba para sustentar los salarios”, cuenta Mairobys Laya. Ella veía sorprendida cómo la crisis de su país los estaba llevando a la ruina.
Era fines del 2016 y la situación de Venezuela estaba cada vez peor. No solo por la falta de enseres básicos o medicamentos; también porque ya casi en ningún lugar de la ciudad era seguro caminar sin temor a ser encañonado.
Érick Núñez, el esposo de Mairobys, decidió renunciar a su puesto de consultor jurídico de la alcaldía del Vargas, cargo que había ocupado durante 28 años. Decidieron en familia dejar todo en Venezuela: negocios, puestos de trabajo, vehículos, sus departamentos, sus amigos, todo para migrar al Perú.
Los primeros meses, Erick, Mairobys y sus dos hijos adolescentes compartieron una sola habitación alquilada en Miraflores. Ahora, a dos años de haber migrado, miran la vida en Lima con mayor optimismo. Ya viven en un cómodo departamento cerca del óvalo Higuereta y tienen en mente pedir la nacionalidad peruana.
Erick está trabajando en una casa de apuestas deportivas de Venezuela con sucursales en Lima. “Me encargo de administrarlas y también atiendo al público. Si hay que servir un café, un pan con pollo, si hay reparar un cable eléctrico o limpiar el baño, lo hago sin problemas”.
Mairobys, por su parte, ha retornado a los negocios. A principios de este año abrió en San Juan de Lurigancho una fuente de soda que llamó Frozzen Maya. Platos tradicionales de Venezuela como el pabellón criollo se ofrecen junto a los clásicos peruanos. No le va mal, aunque admite que competir con los restaurantes locales, en un país tan amante de su comida, resulta todo un reto.